
Y llegó el día en el que Shyamalan, uno de los directores favoritos de crítica y público pegara su primer petardazo. Y así es, porque La joven del agua decepciona de principio a fin, desde su planteamiento inicial, su desarrollo y, sorprendentemente, su elaboración técnica. Parece enteramente que se le ha ido la cabeza (y las ideas), y que lo mejor de la película sea la leyenda inicial. Que ha utilizado su nombre y su dinero en un proyecto que ni él se creía, que se lo ha dejado dirigir a sus propios hijos y en todo este proceso nadie le ha dicho la mierda que estaba haciendo. Vamos por partes.
Si por algo destacaban sus películas es porque estaban muy bien hechas. Mantenían al espectador en tensión, y al final solían sorprender con un desenlace novedoso o inesperado. Te podían gustar más o menos, pero estaban muy bien dirigidas. Aquí la lentitud de algunas escenas es desesperante, los planos aburridos y monótonos y los diálogos largos y llenos de un lenguaje medio legendario, medio cotidiano, que lo deja en tierra de nadie. Trata de hacer reír y provocar miedo, pero no lo consigue, quedándose en el peligroso género de la fantasía. Destacan las escenas del propio director con su hermana, con unas conversaciones dignas de Leticia Sabater y Miliki.
La historia de la sirena (narf como la denominan en la película) es tan absurda como aburrida, pues ni sale de la urbanizacion, ni hace nada (aparte de ducharse) ni llegas a captar el supuesto mensaje que venía a transmitirnos a los humanos. Humanos que son un conjunto de tópicos sin gracia sacados de películas de humor palomitero. Sólo se puede salvar al siempre efectivo Paul Giamatti, que hace lo que puede. Para los nostálgicos, una pena reconocer a Freddy Rodriguez (el embalsamador hispano de A dos metros bajo tierra) en un papel tan pobre.
En resumen, historia tonta que chirría por todos lados. Se hace larguísima. Ni entretiene ni transmite, y sales del cine con la sensación de haber perdido dos horas y más de mil pelas. Que nadie espere una película como las anteriores. Y finalmente otro detalle imperdonable, pero de lo que no tiene culpa el director. Durante los primeros treinta minutos se ven contínuamente los micrófonos de grabación, tanto arriba como abajo del plano y casi en cada plano. Llega a desesperar e influye muy negativamente en la opinión final de la película. Por lo visto es un fallo de la distribuidora, y también se ha dado en otras salas de otros países. Lo que le faltaba.
