16 agosto 2006

La naranja mecánica


Menos de un año entre las dos fotos, y un mundo entre ambas. Recuerdo la ilusión con que compré el cuadro y las ganas de decorar la casa. Aunque era de alquiler quería llenarla de cosas mías. Utilicé casi toda la gratificación del mes para comprarlo. Ese y los del salón, que eran un par de cuadros pequeños de Rocky y 2001. Me lo traje a cuestas desde el rastro, como pude. Y como todo en aquella época, para nada. Era llenar un cubo de agua llenito de agujeros. Nada conducía a nada, y por entonces todo era falso y fingido, hasta las sonrisas. Me puso cara de palo, de esas que dicen "ya está este con sus frikadas" y ya está. Colgué el cuadro y me hice una foto, para recordar el momento. Unos días después me enteraba de todo, y lo mandábamos a la mierda.

Vida nueva. Ya una vez instalado puse el cuadro en el salón. Porque era mío. Porque me seguía gustando. Fue todo un símbolo del cambio, de lo que estaba por venir. Se veía venir desde hacía meses, aunque no quisiera verlo. Horatio se vino conmigo, él estaba en todo esto de mi lado. Siempre estuvo de mi lado. Quería hacerle una foto junto al cuadro, pero no se estaba quieto. Lo mejor que me salió fue esta. Desde ambas instantáneas hemos cambiado un poco. Él está más mayor e igual de juguetón. Yo tengo menos penas interiores, más ilusiones e inevitablemente algo de recelos sobre el futuro en pareja. El tiempo lo endulzará todo. Espero. Mientras Alex y el resto de drugos me acompañarán allá donde vaya.