27 septiembre 2006
Brooklyn Follies
Nathan Glass ha sobrevivido a un cáncer de pulmón y a un divorcio después de treinta y tres años de matrimonio, y ha vuelto a Brooklyn, el lugar donde nació y pasó su infancia. Quiere vivir allí lo que le queda de su "ridícula vida". Hasta que enfermó era un próspero vendedor de seguros; ahora que ya no tiene que ganarse la vida, piensa escribir El libro de las locuras de los hombres. Contará todo lo que pasa a su alrededor, todo lo que le ocurre y lo que se le ocurre, y hasta algunas historias -caprichosas, disparatadas, verdaderas locuras- de personas que recuerda.
Comienza a frecuentar el bar del barrio, el muy austeriano Cosmic Diner, y está casi enamorado de la camarera, la casada e inalcanzable Marina. Y va también a la librería de segunda mano de Harry Brightman, un homoxesual culto y contradictorio, que no es ni remotamente quien dice ser. Y allí, en la librería, se encuentra inesperadamente con Tom, su sobrino, el hijo de su amada hermana muerta, a quien hace años que no ve. El joven habia sido un universitario brillante, la gran promesa de su promoción. Y ahora, solitario y con unos kilos de más, conduce un taxi, urde teorías sobre "el valor ontológico de la vida de un taxista", ayuda al misterioso Harry Brightman a clasificar sus libros, y está enamorado de la H.M.P., la Hermosa Madre Perfecta... Y poco a poco, inmerso en una fascinante red de personajes y descubrimientos, incorporado, en suma, de nuevo a la "espesa jungla de la vida", Nathan irá descubriendo que no ha venido a Brooklyn a morir, sino a vivir.
Me gusta Auster, pero especialmente este libro. Me gusta el optimismo que respira de principio a fin, las ganas de vivir y de que todo salga bien. Me gustan sus personajes, sus erráticas vidas como las nuestras. Me reflejo en Tom, solitario, fracasado, falsa promesa de nada. Espero dar un con Nathan que crea en mí. No puedo dejar de recomendarlo, sobre todo para momentos bajos y cuando se necesite remontar, sonreír y comprender que en esta vida o tomamos el toro por los cuernos y la vivimos (y la disfrutamos) o pasa delante nuestra para no volver jamás.